Mariano Montoya (Tomelloso, España, 1950) lleva más de cuarenta años dedicado a la actividad artística, centrándose principalmente en la pintura y la escultura. De formación autodidacta, en sus comienzos -fascinado por las obras de los maestros antiguos-, visitaba con frecuencia el Museo del Prado, tratando de desentrañar, por medio de la observación paciente y metódica, algunos de los procedimientos pictóricos, que, más tarde, ya en su estudio, intentaba poner en práctica.
Tras una larga trayectoria de experimentación, de la que acumula una producción variada y extensa, sorprende la versatilidad del artista en el uso de múltiples recursos y técnicas, donde siempre destacan -otorgando al conjunto de su obra una inesperada unidad- la importancia dada al color y las texturas: pintura de caballete de corte realista, collage, abstracción, pintura matérica, por poner solo algunos ejemplos.
La selección de obras presentadas en este sitio, traza un recorrido a través de un mundo onírico en constante movimiento, poblado por seres misteriosos que dialogan, mutan y se manifiestan, en ocasiones de forma insólita, dejando perplejo al espectador. Los temas centrales, que vertebran gran parte de sus últimos trabajos (la diversidad, la discriminación, el cambio climático, las consecuencias devastadoras de la guerra), son, a su vez, los que más preocupan al autor, y los mismos que preocuparon a su hermano Juan Manuel Montoya -médico y defensor de los derechos del pueblo gitano-, fallecido de forma prematura a los veintinueve años. Dicha serie de obras, en palabras del artista, «son un homenaje a mi hermano Juan Manuel, que a pesar de su corta vida, dejó una huella imborrable en la memoria de los marginados. Y, al mismo tiempo, un homenaje a todos aquellos que, por ser diferentes, sufren o han sufrido el desprecio, la persecución y el exterminio. A los que aman la paz y desprecian la violencia; a los que sueñan con un mundo donde todos quepan en armonía».
Amara Montoya
Mariano Montoya es un pintor autodidacta, técnicamente bien dotado, versátil, de pincelada limpia, amante del arte y soñador como todo gran maestro. De él y su obra se pueden escribir muchas cosas, yo como testigo de excepción, sólo me limitaré a hacer una semblanza de algunas vivencias que den una idea de su persona, su arte y su enorme talento.
Puedo decir que el preciosismo que él cultiva es difícil de superar, por su depurada técnica, cromatismo, transparencias, luces, sombras, atmósferas, texturas y sobre todo por su gran imaginación como artista; es agradable oírle contar las ideas e historias que le mueven para pintar; haciendo que sus obras no sean una reproducción de la realidad, sino que detrás de ellas haya toda una trama imaginaria, como si se tratara de una fabula o un cuento atrapado en la composición de cada lienzo. Para él no tiene sentido una obra sin una esencia, un contenido, un mensaje o una historia, es decir, que las obras tienen que tener espíritu propio, el alma del pintor, para deleite de quienes las contemplan.
Hablar de la trayectoria profesional de Mariano Montoya no es nada fácil, porque su peculiar filosofía de la vida, su carácter reservado y su aparente timidez han sido condicionantes infranqueables a la hora de promocionar su obra; siempre fue reacio a todo tipo de publicidad; es un convencido de que sus obras por sí solas, se abren camino y seguirán haciéndolo a través del tiempo, por eso, huye de la promoción artística.
Mariano Montoya, con quien conté en mis inicios como promotor y marchante de arte, en su pintura, nos deja como legado una rica variedad artística, obras que son testimonio vivo de su enorme talento, obras figurativas, donde unas veces el detalle y otras la fuerza y soltura de su impronta, delatan un dominio exquisito del dibujo y una prodigiosa aplicación del óleo con una técnica depurada. Sus obras son reveladoras de una sensibilidad especial, predispuesta para captar la imagen y su contenido más allá de lo visual.
El maestro Mariano Montoya, es un valedor del virtuosismo técnico, su pincel escrupuloso busca la calidad artística, encontrando siempre un afortunado tratamiento del color y de la luz. Está dotado de una gran imaginación, que le ayuda a realizar un realismo imaginario que abduce; también ha explorado el expresionismo, los abstractos y el surrealismo; las vanguardias no le han sido indiferentes, de las que tomando sus diversas formas de expresión ha experimentado con elementos matéricos, para llevar su talento al encuentro con obras verdaderamente bellas, su mundo. Un estilo personal de ver el arte, un mensaje de vida a través de su pintura.
Un poeta de la pintura, que incluso se atreve con la poesía de la que es un “conspicuo” anónimo poeta, la última vez que lo vi me recitó unos versos compuestos por él, a la soledad que le inspiraba una vieja puerta que yacía a solas con sus fantasmas.
Jorge Ernesto Ibáñez Vergara
Poeta, Promotor y Crítico de Arte.